Thursday, January 19, 2006

Palabras del unico y excelso Fritz Oestron
Debo confesarlo, más de una vez he deseado ver un enano en llamas corriendo. Ahora bien, toda esta plétora no puede conducirnos a otro camino que el de una exégesis en formas puras de todo un conjunto inconmensurable de formas inactivas. ¿Pero por qué?. Es más que obvio que las formas exegéticas han resultado para el mundo de la filosofía un sencillo mecanismo onanista, pero de cierto modo podríamos comenzar por ahí. Si obviáramos este paso, que es más un gateo de niño que un salto de potranco, todo culminaría y se deshacería en el aire como una lágrima de Batovia, todo sería un falaz bolero de lisiados.
Desde chico soñaba con acantilados y pájaros, en sacos que se pudren en roperos, polillas tristes que se arrojan al mar. Desde ahí emprendí mi extensa búsqueda semántica por paraísos artificiales y cielos de aluminio, hasta que me tope con la cruda verdad del hule. Del hule venimos y en hule terminamos, creo que todo se reduce a eso. Lo olemos, lo comemos, lo acariciamos día a día, hule, huleumm, hu-le, no hay nada más que eso, ríos negros de hule que conectan a nuestras psiquis, pirámides de hule que construyen nuestros esclavos, supernovas de hule que estallan a millones de kilómetros de nosotros. Y nosotros con tanto hule solo nos quedamos con lo negro, con su áspero rubor. Más de una vez tratamos de escindirnos del hule, pero todo indica que eso es imposible. Por algo todas las figuras humanitarias han sucumbido, sólo cabe nombrarse a personajes como Jesús, Gandhi, Gianni Versacce, todos ellos asesinados. Entonces cabe preguntarnos, ¿Hasta donde podemos separarnos de esta elástica sustancia?. Como dice el refrán, "no por balazo en niño la bala deja de ser plomiza". A lo que voy con esto es quizás la esencia del le pokié, la idea de un hombre supuestamente amaestrado pero que en estado de sonambulismo crea religiones, mastica la pierna del amo y roe otros huesos. Hay que morder el seno que nos alimenta, cortar todos los cordones umbilicales que nos atan al mundo y construir la más bituminosa telaraña, capaz de atrapar a nuestros deseos sonsacados a patadas, las palabras de un amigo autor que desea permanecer en estado de anonimato no podrían ser más ilustrativas:
"Hay que volver al barro,
y amputarle las manos al alfarero
volver a ser el hermoso excremento
libre de todo molde,
libre de oler y repugnar"
Caminamos en una rueda de hamster a la que llamamos racionalidad, desvirgamos tantos balcones del olvido que ya la anhelada epimeleia no es más que una masturbación de mono de laboratorio. ¿Pero por qué masturbación?, ¿Acaso no habrá más de un solo camino por el cual se encuentren cara a cara Castroiadis y Mario Baracus?. Quizás sí, y de eso depende le pokié

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