Thursday, February 11, 2010

Mejores discos del 2009
Tarde como siempre, acá llega la lista de los mejores discos del año (del 2009). Tenía pensado hacer una lista de veinte, incluso de quince, como he hecho de costumbre los últimos años, pero considerando que este era un post que en principio no iba a aparecer acá -y sumándole el hecho de que se le superpuso otro post sobre verano/Atlántida/ maquinitas/ el arte de la pesca/pornografía/ Ladyhawke/ televisión abierta/ asados, que posiblemente salga a mediados de marzo- terminé reduciéndolo a sólo diez puestos, quedándome sólo con lo que más me impactó del año pasado, y dejando fuera un montón de discos geniales, como Los últimos diez minutos de María Duval, de Los Negretes, el Goodbye Oslo, de Robyn Hitchcock, el debut de Girls, el último de Atlas Sound, Memory Tapes, Siguiendo al rayo, de Señor Pharaón, Segundo Nombre, de Amelia, el Fame monster, de Lady Gaga y otro montón de discos más -sin contar los que no pude escuchar del todo bien.
He aqui mi humilde .e inusitadamente corto- post de lo mejor del 2009




10- Travesti- Travesti

En tiempos de Ricardo Fort, toda Argentina parece haber vivido tras la penumbra de las lolas de unas cuantas vedettes. Encontrar a un personaje como Sulma Lobato referido por muchos de las personas del mojo como una artista –una especie de mal viaje warholiano a base de te de floripón y casuela de mondongo- hace pensar el universo cultural de nuestro país vecino –y por lo tanto del nuestro, a no engañarnos que cuando Buenos Aires estornuda, Montevideo se enferma- como un Sodoma y Gomorra del que no queda otra cosa que correr sin atreverse a mirar hacia atrás. En su último disco, el dúo argentino Travesti se convirtió en la banda sonora de ese Ragnarok terminal, con suelos que se desmoronan sobre cráteres producidos por los tacos aguja de una milf que pisa demasiado fuerte. Ya desde la misma tapa, con Moria Casán y el título homónimo de la banda sobre la portada–generándose un efecto gracioso que hace preguntarme si la reina del colágeno sabía en qué carajo se estaba metiendo-, uno se da cuenta de que esta enfrentado a un disco conceptual, un viaje dantesco de ida y vuelta sobre las entrañas del glitter argentino. Todo esto parece medio terraja, pero la forma en que Travesti emplaza los versos alucinados, casi como difusas visiones bíblicas (“Aceite de avión en la operación sobre las lolas del nuevo testamento”), logran una superposición, un efecto sórdido dentro de lo plausible que sólo saben hacer artistas como David Lynch. Un disco centrado en transformaciones corporales, en footing, en dietas, y que curiosamente nunca se vuelve drag ni irónico, sino que encuentra una coherencia oscura pero también extática, como una prenda de strass negro agitándose en la noche como una bandera pirata, como un mojón que señala el adentramiento a un campo minado.
Hace unos meses el dúo argentino visitó nuestro país en un toque realizado en Lotus (uno de los pocos lugares en Uruguay que incorpora los criterios de selección modelo Studio 54). Alejandro Torres con saco y mocasines blancos, Fernando Floxon con campera cyberpunk de cuero, con lentes negros y camiseta de Burzum, verlos en vivo resultó ser para mí, inesperadamente, una de las experiencias estéticas más impactantes de los últimos años. Tal como la orquídea y la abeja se territorializan, resultando imposible -e innecesario quién imita fisionómicamente a la otra- La misma presentación y música de la banda, de un segundo a otro reconfiguró todo el entorno paqueta de las inmediaciones del Montevideo Shopping. Fueron necesarios tres temas, y Lotus se convirtió en un prostíbulo sórdido, en el que todos bailábamos como si estuviéramos en las entrañas de un Titanic ya hundiéndose, manchados por la luz del neón y la bola de espejos. Y el agua ya llegaba a las rodillas, pero no importaba, había que seguir bailando

09- M. Ward- Hold time
Posiblemente uno de mis discos del verano. Lo que hace M. Ward (músico de sesión que integra un montón de lineups geniales, como la de la señorita Cat Power) es empacharnos con un montón de canciones perfectas, construcciones pop con adamios folk que actúan a modo de una radiografía del pop estadounidense de los cincuenta sin convertirse nunca en retro (de hecho, es un disco en el que resulta imposible saltearse un sólo tema, posiblemente teniendo en sus cinco primeras canciones la mejor seguidilla de temas del año).. Desde la version folk re para arriba de Rave on (con el mismo espíritu maximalista de la original de Buddy Holly), hasta Hold Time (aquella hermosísima balada compuesta en una surrealista clave Beach Boy), pasando por el viento español que sopla Stars of Leo, y la sabia esperanza que irradia For beginners, tema que abre el disco, M.Ward se muestra como un tipo que se maneja con tremenda soltura en todos los rincones de la cancha.
La escena pop actual por momentos parece sobrepoblada de músicos que incorporan elementos folk y country a sus repertorios. Lo que deja claro M.Ward es que tiene ganadas unas cuantas parcelas de cultivo, al lado de los ranchos de Cat Power, Neko Case, Gary Numan y Will Oldham.


08- Sunn o)))- Monoliths and dimentions
Monoliths and dimentions es un disco tan oscuro que haría ver a los álbumes de la primera época de Black Sabbath como un versión de remixes veraniegos de High School Musical. Esto que acabo de decir tampoco aporta nada muy nuevo, Sunn o))) vienen perfeccionando su drone metal desde hace tiempo, generando vórtices y agujeros negros en donde el mismo ritmo cardíaco va camuflándose con el tempo de la banda, tan lento como la miel. El detalle de la miel en un disco tan opresivo no es meramente circunstancial, sino que da señal de uno de los detalles que diferencian a este trabajo del resto de los productos de la banda: un contrapunto, un claroscuro al final en Alice, tema que cierra el disco, en donde un set de cuerdas y vientos parece desgarrar y abrir los cumulus nimbus que encajonaban al disco. Pocas veces se había visto un cambio de registro tan impactante, pero a la vez tan fino y ajustado en un disco (ni que hablar en un álbum de drone metal). Tal como sucede con la Divina Comedia, la mayoría de la gente sólo se queda con el Infierno, pero se olvida de que tal terreno es solo parte del arduo camino que conduce al paraíso. Pocas veces se ha podido apreciar de una forma tan eficaz y abrumadora este trayecto, y ya sólo con eso se convierte al disco de Sunn o))) en uno de los mejores krafts de la primera década del milenio.

07-3Pecados- Dios salve a la muerte
Dios salve a la muerte fue grabado de manera casi unipersonal durante una crisis nerviosa de Pau O’Bianchi (la persona detrás de 3Pecados), en la que durante una semana prácticamente no salió de su baño, grabando todo el disco ahí, intentando dejar su último testimonio antes de una muerte que creía que vendría en pocos días. Más allá de la anécdota biográfica, el último disco de 3Pecados funciona por ser y sonar, efectivamente como lo que fue: la batalla de un hombre entre la tierra y el cielo, un disco que funciona como una botella arrojada al mar, o más que al mar, a un abismo, no quedando verdadera esperanza más allá de la certeza cortante de los vidrios hechos añicos. Pero Dios salve a la muerte no es solamente eso; es quizás la primera gestión idiosincrática uruguaya en el mundo del low fi, un low fi no como producto inevitable de las circunstancias, ni un low fi como mera ornamentación sonora. Incluso dentro del ámbito low fi, sorprende el hecho de ser un disco no fragmentario, casi conceptual, en un subgénero donde suele primar precisamente lo contrario. Bitácora de los descensos psicológicos de su artífice, o cerebral experimento sonoro, Dios salve a la muerte no suena similar a nada que se haya grabado en nuestro territorio
Escribí una nota más larga de este disco en La diaria. Si quieren leerlo completo acá un enlace para bajarlo.


06- The Flaming Lips- Embryonic
Con la banda de Wayne Coyne la palabra megalomanía queda un poco corta. Ya desde Zeireeka (ese Voltron musical cuatro discos que tenían que ponerse al mismo tiempo) uno sabía que estaba hablando de tipos complicados, y en el marco de la reinterpretación íntegra del Dark side of the moon, uno tiembla ante los resultados de lo que pueda ocurrir con un disco doble como Embryonic. Sin embargo, diferente a todas estos temores Embryonic debe ser el mejor trabajo de los Lips desde The soft bulletin (capaz que incluso el mejor, el tiempo lo dirá). Hay dos particularidades que lo separan del resto de la discografía de Coyne y cia, incluso de la mayoría de los discos de tal magnitud:
1) Embryonic tiene la particularidad de ser un disco doble sin filler, incluso esquivando grácilmente esa dimensión fragmentaria que toman la mayoría de los discos de tal longitud. El sonido, los devaneos kraut, el repiqueteo de batería, la aspereza por momentos low fi, todo makes sense en el disco, y uno puede escucharlo de principio a fin, como si fuese una historia contada en dos actos, incluso deseando que nunca termine.
2) Segundo e igual de importante: es, por así decirlo, el disco menos paloma de los Flaming Lips. De una aspereza perdida a lo largo del tiempo, Coyne puede permitirse acariciar claroscuros emocionales que estaban parcialmente retenidos en la aduana de aquel Candyland (una especie de Neverland Ranch pero cubierto por una fina capa de sangre con gusto a gelatina de frutilla) que se había costruido a lo largo de los años. Incluso, cuchareando de esa lógica sci fi que ha dado forma a su cosmogonía, las referencias de género ya no son simpáticas como Yoshimi combatiendo contra robots rosas, ni ese conjunto de científicos trabajando juntos para el bien de la humanidad en Race for the prize. En Embryonic hay un viento de cambio, hay mujeres robots incapaces de sentir emociones, máquinas plateadas que transforman a humanos en autómatas, un mundo que comienza a apagarse y que llega a su punto crucial en Watching the planets, una forma tan épica como escalofriante de cerrar el disco, una CODA en llamas con Karen O (de los Yeah Yeah Yeahs) gruñendo y graznando en su forma más animal mientras Coyne cierra crípticamente la fábrica con el críptico verso "oh, oh, oh, the sun is gonna rise".
Un gigantesco disco épico, hecho por una de las bandas más épicas de estos años, en tiempos en donde todo lo épico es tomado con pinzas.

05- Carmen Sandiego- Nanas
En la historia del rock uruguayo ninguna banda ha escrito canciones como las que salen de las voces y guitarras de Flavio Lira y Leticia Skricky. Carmen Sandiego hace un folk popero con raíces rústicas del estilo de Beat Happening. El dúo uruguayo por momentos compone canciones sencillísimas, austeras, impresionistas, como el mero relato de volver a casa después de una larga noche o la historia de personajes serenos, diminutos, dolorosamente humanos. Sin embargo, todo está muy lejos del ambiente suave, apastelado y otoñal de bandas común –y erróneamente. En el marco de un folk indie que se ha convertido, con sus personajes ligeramente neuróticos, ligeramente sensibles, ligeramente excéntricos (un género que podría resumirse a la ecuación Wes Anderson + Yogurth Diet) en una nueva progenie (que incluye temas como Ellos, de Diego Rebella) que haría ver a Gonzalo Deniz como Pappo, Carmen Sandiego funciona completamente fuera del circuito, manteniendo en cierto punto, un sonido común, pero un mundo de referencias, una sinceridad brutal muy lejos de todo lo que puede ofrecer el resto de la escena.
Porque los otoños de Carmen Sandiego no son naranja, son una larga gama en greyscale a punto de dejarte ciego. La banda se encarga de regar claroscuros imperceptibles que hielan la sangre, y que vuelven toda una canción en apariencia vaga y tranquila, en una confesión ambigua, llena de miedo latente. En canciones Amigos en la escena, Flavio Lira relata sencillamente el mero detalle de un grupo de amigos tocándose el pelo, pero es tal el obsesivo anaforismo del detalle que se termina por convertir al mensaje en algo crípticamente diferente, perturbador, con tantas aristas que se clava como abrojos los oídos del escucha. 4:00 am es una de las narraciones insomnes en primera persona más claustrofóbicas que se hayan registrado. La alegre 8 40, código policial con el que se refiere a trata de blancas (capaz que de gigolós, fiolos o algo por el estilo, no me acuerdo bien) habla exactamente de eso. La voz susurrada de Leticia Skricky en Canción para los padres ausentes diciendo "voy a quemar cada cosa que diga que es suya, ah, voy a enloquecer debe ser uno de los registros de mayor vulnerabilidad que recuerde en el rock uruguayo. Y como contraparte de todo esto el disco cierra con Calefactor, una de las canciones más directas y guarras que se han hecho en estos años (Sos un calefactor, así que vení, y abrite de nalgas) En el siempre engañoso Nanas, tal como Xiu Xiu (aunque no tan proclives al ruido), la sinceridad de Carmen Sandiego siempre va un poco más, funcionando como un pequeño microscopio, en donde, tras la apariencia de una piel suave y tersa, se logra descubrir un montón de microbios, seres unicelulares y mitocondrias debatiéndose en un sucio festín caníbal.

04- Destroyer- Bay of pigs
Dan Bejar es un capo. Eso todos los que lo escuchamos más o menos lo sabemos. Sin embargo, a medida que varios vamos contemplando la posibilidad de tatuarnos alguno de sus versos en la nuca, se ha ido acuñando una frase en clave de reproche que afirma que Destroyer parece cambiar constantemente, pero esencialmente siempre es lo mismo. En el sentido estricto de sus metamorfosis, Bejar ha pasado de su primera época más áspera a un sonido más pulido, de guitarreadas acústicas a himnos de alto componente electrificado.
El discazo Your blues ya había incurrido en el terreno de los sintetizadores (a veces de un sonido acusadamente cutre, aunque no por ello se convirtiese en una referencia irónica ni nostálgica de ningún tipo), pero es posiblemente el EP Bay of pigs el experimento más osado que haya hecho el canadiense en toda su discografía. Compuesto por sólo dos temas (Bay of Pigs y Ravers, durando el primero de ellos cerca de catorce minutos), el disco empieza con “Listen, I been drinking…”, y precisamente parece como si nos sumergiésemos en el mismo líquido/fluido del que Bejar está bebiendo. Si la mayoría de los discos de Destroyer son cartografías de continentes emocionales que se solapan y continúan los unos con los otros, el tema Bay of Pigs es justamente la inmersión en el océano que los separa. Uno va atravesando capas de sonido –más que capas, algo así como finísimas sábanas- acercándose lentamente al corazón de la canción. Ese corazón no late de una sola manera, puede hacerlo tanto con un punteo de una guitarra llena de delay, como con el ritmo de unos súbitos sintetizadores que trazan una atmósfera disco nunca antes vista en la discografía de Destroyer. La canción Bay of pigs posiblemente sea la mejor canción del 2009, siendo un kraft excelso de todo lo que puede ser o no ser una canción, todo lo que se pueda escribir o callar en una letra, la inmersión en el mundo de los recuerdos de un hombre en su forma más múltiple y reproductiva. Y aún así Bejar es Bejar, Bejar y sus mujeres, sus shalalás, sus recuerdos reconstruidos en base a fragmentos, Bejar y sus imágenes de personas como piezas de puzzle flotando sobre una tina llena de agua.
Love is a political beast with jaws for a mouth.
Hay una frase comúnmente conocida (aunque cada vez más en desuso, a fuerza de divorcios y la dinamitación de la formación parental clásica) de que detrás de cada hombre, hay una gran mujer. Más que nunca en toda la discografía (o literatura propiamente dicha) de Dan Bejar, la mujer -sus mujeres- no están detrás, sino delante, pero en forma de un espejo astillado que devuelve en cada fragmento uno de sus personajes. Christine White, Jackie O', todos los fragmentos permanecen, todo devuelve diferentes aces de colores. Terminar de escuchar Bay of pigs es llegar al imposible de aquel punto topográfico donde termina ese arcoiris, un lugar donde no hay duendes ni hoyas de oro, pero si una de las canciones más bellas que se han hecho en los últimos años.


03- Animal Collective- Merriweather post pavilion
Da un poco de cosa darle tanto la razón a la pitchfork, o a metafilter, pero realmente Merriweather post pavilion es un disco, más que bueno, importante, una reformulación desde las bases de lo que es una canción pop, de lo que puede hacer una banda con un estribillo, de lo que puede ser un riff, de cómo se puede cantar un tema. Animal Collective, obteniendo lo que probablemente sea el título más pop de su discografía (y con sus temas más perfectamente pop como My Girls, o Summertime Clothes), termina de acuñar prácticamente un género en sí mismo al que venía engarzando distintas piezas desde hace años. Un disco con valor de thesis, y no por ello menos disfrutable, comestible, envidiable, incluso bailable

02- Death- For the whole world to see
Acá hice trampa; For the whole world to see fue grabado en 1975, pero por un curioso dominó de cagadas, enfermedades, mala liga y errores más o menos concientes y/o evitables, lo había obligado a permanecer bajo tierra, por más de veinte años, como una mohosa vasija de invalorable valor arqueológico. ¿Pero por qué tomarse la molestia de incluir en este conteo a una banda de principio de los setentas, que ni siquiera transitó por este año en el formato de algún tipo de reunión –como un montón de bandas que desfilaron en la última década, convirtiéndose en algo así como bandas de covers de sí mismos-, que pasó prácticamente desapercibida por los circuitos masivos, y que ni siquiera llega a ser muy conocida por la crítica especializada? El título del disco parece, en primera instancia, algo pretencioso, pero termina indicando exactamente el valor intrínseco del mismo. Death fue una banda desafortunada, que estaba destinada al oro, pero que quizás fue víctima de su propia velocidad, tropezándose con los largos cordones de sus mismas pretenciones, dándose de cabeza contra el muro de sus inquebrantables principios y su propias pulsiones thanáticas. La idea de “banda maldita” es muy tentadora, pero eso no hace a Death una banda legítimamente buena (al igual que la vida bizarra/autodestructiva de G.G. Allin tampoco deja en penumbra el hecho de lo berreta que era como músico). También, la onanista tarea de buscar “la primera banda punk” ya se ha convertido en un subgénero en sí mismo en lo que se refiere a crítica musical. Seguir delegando eso, que si fueron los mismos Pistols, o los Ramones, o los Dictators, o Suicide, o la Velvet Underground, o los Nuggets, o los Fugs, o los Electric Eels, o los peruanos Saicos, o la bandasolistadelcuñadodeuntíosegundodeFraileMuertoquetocab-acoversdelosIracundosdrogadoconpegamentodetapiceríaenelaño59’, es una labor que sólo sirve para discutir con algún que otro bloggero con escasas probabilidades de ponerla en el verano. Pero lo de Death parte la vista –o mejor dicho, los oídos-. Lo que logra esta banda formada en 1971 es sonar hardcore before punk, sin Deloreans de por medio, con solamente un par de guitarras eléctricas al palo (demasiado rápidas para la época, anticipándose al ataque hiperactivo y fisico de los Bad Brains,), temas complejísimos y un espíritu heredado de MC5 cultivado y reprocesado como un vino olvidado en una antigua barrica. Escuchar For the whole world to see, específicamente temas como Keep on knocking o Politicians in my eyes, es como descorchar ese vino, sentir y pensar en la medida que las cosas podrían haber sido diferentes de haberse vuelto esta banda en una formación reconocida. El mundo entero probablemente no verá, ni tendrá la suerte de saber de lo que se perdió, pero el último y único disco de Death es histórico de forma retrospectiva, como el descubrimiento del hombre de Pekin, o cualquier esqueleto perdido que nos haga cuestionar sobre los propios eslabones que nos componen.

01- The Antlers- Hospice
Hacía años que un disco no me dejaba por tanto tiempo la piel de gallina –desde el cuello hasta las piernas, todo mi cuerpo salido hacia fuera, como un carpincho en anfetas. Peter Silberman, el hombre detrás de The Antlers, cayó en un pozo depresivo que lo llevó apartarse de toda la gente que conocía, encerrándose en un apartamento de Brooklin, sin siquiera atender el teléfono por un año. El resultado de eso: un montón de amistades echadas por el drenaje y Hospice, un álbum conceptual, o más que un álbum conceptual, una novela sonora sobre los últimos días de una chica enferma de cáncer a los huesos vistos desde la perspectiva de uno de sus visitantes/cuidadores. La idea en un principio parece tan creepy como deprimente, pero Silberman es un tipo de una sensibilidad que te hace caer de culo, haciendo de pequeños detalles (versos como “walking in that room when you had tubes in your arms, those singing morphine alarms out of tune kept you sleeping and even I did’nt relieve them when they called you a hurricane thunderclap”) diminutos martillos que te aplastan el corazón, pudiéndoselo comparar con ese cuento genial que es Harvest, de Amy Hempel (una escritora de la que, sólo habiendo leído dos o tres cuentos, puedo decir que es una de los puntos más altos de la literatura contemporánea). Precisamente, hay una idea y camino de vuelta interesante con la literatura, con abundantes referencias a la suicida Sylvia Plath (poeta y escritora de literatura infantil que se suicidó a sus treinta y pocos años metiendo la cabeza adentro de un horno), junto a una descripción del vedado, pero completamente vívido impulso asesino (no sólo misericordioso, sino hastiado y propiamente agresivo) de quien debe presenciar el constante sufrimiento del otro. Hospice es uno de los discos lírica y psicológicamente más densos que he escuchado en mi vida. En Shiva, donde finalmente la muerte llega, el amor e identificación con la persona en la cama se vuelve tan intensa que termina produciéndose una transmutación del visitante en el enfermo (tal como señala el título alternativo de la canción, "Port-a-caths switched"). Lo que prevalece, más que nada es el horror y la impotencia, esos momentos en los que más de uno nos sentimos idiotas, insignificantes frente al dolor del otro, sin poder mascullar algun cliché o pelotudez más que "todo va a salir bien". Tal como dice Cioran, "tratándose de pésames, todo lo que no es cliché raya en la inconveniencia o la aberración".
Más allá de la calidad estilística, uno, ya por su temática podría pensar que Hospice es un disco infumable –al menos del punto de vista emocional- pero (y precisamente acá uno de los grandes méritos) aún así es un disco lleno de humanidad y vida, hasta –por extraño que parezca- esperanza, haciendo de la muerte un momento hímnico en donde todo se legitima, de una manera que ni el más religioso de los escritores podría plasmar (con picos emocionales que tienen mucho de Arcade Fire y de Godspeed you! Black Emperor). Por esa misma razón, Hospice no es de esos discos que van a figurar como mas escuchado en el last.fm de alguien. Es un disco que sólo puede escucharse unas pocas veces, de un tirón, pero que queda resonando por días, meses. El pico emocional más grande del 2009, una orfebrería finísima y “linda”, hecha de huesos que rechazan a su huésped, inyecciones, pullmotores, catéters y cortinas venecianas.